Independencia y energía (I): de la ideología al pensamiento único

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Cuatro conclusiones pueden extraerse de la lectura de este documento: en primer lugar, se presenta un futuro idealizado en lo energético de lo que supondría una Cataluña independiente, con una electricidad un 30% más barata que en la actualidad; en segundo lugar, se sugiere una subordinación de las empresas y sus instalaciones a los objetivo de política energética de una Cataluña independiente puesto que, según el Libro Blanco, «en cualquiera de las circunstancias de futuro que se prevean, las mencionadas empresas considerarán Cataluña como una parte significativa de su mercado. Su posición será, con toda seguridad, colaboradora y, por lo tanto, no se tienen que esperar problemas».
En tercer lugar, el Libro Blanco da lugar a que el conflicto entre ideología independentista e ideología relativa al mix energético se resuelva a favor de lo primero, especialmente significativo para los grupos catalanes de izquierdas, ERC e ICV. La cuarta conclusión es que este escenario ideal para una Cataluña independiente conlleva una toma de decisiones unilaterales en cuestiones que son al menos bilaterales, como son las interconexiones energéticas con Europa, tantas veces pospuestas por Francia, así como el papel que jugarían en el nuevo Estado los operadores de transporte y sistema de España. Conclusiones que se dan por resueltas a favor de las tesis de los autores del Libro y en un corto plazo de tiempo.
De partida, el Libro Blanco afirma que «todo sistema energético avanzado tiene como objetivo garantizar el suministro de sus demandas, con unos estándares de calidad satisfactorios, respetando la sostenibilidad medioambiental y buscando unos precios competitivos para los consumidores». En este sentido, desde Cataluña denuncian que el Estado ha invadido sus competencias en la medida en que consideran que es una materia «compartida» en la que, desarrollando las bases estatales, podrían articular una política energética propia. A su juicio, esto choca con la actuación del Estado, «que ha conseguido un alcance extraordinario amparada en la capacidad de planificación general de la actividad económica que le reconoce la Constitución«. Como ejemplo de este alcance «extraordinario» hablan de la nueva Ley del Sector Eléctrico, recurrida por la Generalitat por considerar que invade competencias.
El primer paso para desarrollar una política energética propia parte de hacer un balance de los recursos autóctonos de Cataluña. Los datos reflejan que «sólo el 5% del consumo energético proviene de recursos energéticos propios«. Este 5% obedece a la producción de las instalaciones renovables y también a la «muy pequeña» extracción de petróleo de Tarragona, en la plataforma Casablanca de Repsol, que produce 8.000 barriles diarios que equivalen a un 1,1% del consumo. En consecuencia, el Libro Blanco reconoce que «Cataluña no tiene petróleo ni gas y depende en un 95% de recursos energéticos importados«.
Según su procedencia, el consumo de energía primaria (recursos energéticos consumidos directamente o por transformación en otras energías) en Cataluña indica que el petróleo tiene un peso mayoritario del 47%, frente al 25% del gas, el 20% de la energía nuclear, 7,5% de la producción de renovables y residuos y un 0,5% del carbón. Aproximadamente dos tercios de estos recursos los demanda el transporte y la industria. Con una producción tan escasa en Tarragona, los autores del Libro Blanco descartan la explotación de hidrocarburos no convencionales, puesto que consideran que el fracking «no llega a ser alternativa alguna para el abastecimiento energético de Cataluña», una Cataluña independiente dependería en gran medida de la importación de crudo a través de sus puertos, infraestructura del Estado español en territorio catalán, así como de la red de CLH.
Más gas con Artur Mas
Esta necesidad importadora no difiere mucho en el caso del gas, pero sí destaca por el papel otorgado para este recurso por la planificación realizada por los arquitectos de la independencia catalana. Según el Libro Blanco, el gas natural que llega a Cataluña proviene mayoritariamente de dos países: de Argelia, a través de los gasoductos de Enagás que distribuyen el gas del país magrebí por toda España, y de Qatar, mediante los buques metaneros que traen su gas natural licuado (GNL) y lo descargan en el puerto de Barcelona utilizando la planta de regasificación de Enagás. Un lazo más entre Cataluña y el emirato, explícito en sus vínculos comerciales con el Fútbol Club Barcelona, y que ya señaló el catedrático Josep María Montaner en su artículo El modelo Qatar.
Es relevante también la consideración que se realiza sobre la planta de regasificación de Enagás, operador del transporte y gestor técnico del sistema gasista en España, empresa privada que cuenta como uno de sus mayores accionistas a la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) y de la que el Libro Blanco reconoce sus funciones públicas asignadas por la legislación española. Dicho esto, los autores añaden que esta planta de regasificación tiene «capacidad de transformación suficiente para atender la demanda de Cataluña pues actualmente funciona al 20% de su capacidad«. No es una cuestión menor dado que Cataluña demanda el 21% del gas consumido en España. Prácticamente un tercio se utiliza para producir electricidad, otro tercio por la industria y otro tercio en el consumo doméstico.
Por su parte, la red de distribución gasista es mayoritariamente de Gas Natural Fenosa, que también copa la comercialización con un 80% de cuota de mercado, seguida de Endesa con un 12% e Iberdrola con un 5%. Desde el Libro Blanco tampoco se olvidan de las interconexiones con Europa, de las que destacan que el gasoducto MidCat «es una apuesta de la Unión Europea para la consecución de un Mercado Común de la Energía» y serviría para reducir la dependencia comunitaria del gas ruso. «Con el MidCat, Cataluña cumpliría con el doble objetivo de proporcionar una salida del gas magrebí y el de las plantas de regasificación de GNL hacia Francia al mismo tiempo que se reforzaría la seguridad de la demanda catalana de gas», afirma el Libro Blanco.
De hecho, entre las primeras medidas de una Cataluña independiente apuntan a «asegurar la interconexión con Francia mediante el MidCat», expresado de forma unilateral y obviando que es una cuestión largamente tratada en las relaciones entre España y Francia, reacia a avanzar más en interconexiones. Además, el documento imagina un escenario ambicioso: «Esto favorecería la creación de un hub logístico y comercial de gas natural en el sur de Europa que aseguraría menos dificultades de abastecimiento «, afirma el Libro Blanco, para añadir que «eventualmente, eso haría posible también la creación de un nodo comercial de GNL en el Mediterráneo«.
Pero serían necesarias más infraestructuras gasistas, incluyéndose un almacenamientos subterráneo. De hecho, el Libro Blanco sopesaba la posibilidad de utilizar la plataforma Castor, lo que podría explicar el interés que siempre ha expresado el Gobierno catalán por todo lo que ha rodeado al almacén recientemente hibernado. Pero además del Castor, los responsables de este proceso de transición a la Cataluña independiente recuerdan explícitamente como «Gas Natural Fenosa está haciendo los trámites para disponer de un gran almacén de gas natural en Balsareny con una capacidad de 3.200 GWh, unos 14 días del suministro de Cataluña».
Ciclo combinado y energía nuclear
Con el carbón destinado únicamente a usos industriales, la energía nuclear y los ciclos combinados de gas se configuran como las tecnologías predominantes de una Cataluña independiente. Según los datos del Libro Blanco, entre un 12% y un 18% de la electricidad consumida en Cataluña proviene de España. El plan B de una Cataluña independiente, si no se alcanzara un acuerdo con España para garantizar su suministro eléctrico, es que las centrales de ciclo combinado de gas ubicadas en territorio catalán, trabajando actualmente al 16% de su capacidad técnica, «aumenten su producción hasta el 70-80% con el fin de garantizar el abastecimiento«. También se cuenta a priori y de forma unilateral con las centrales nucleares de la geografía catalana, Ascó y Vandellós, que equivalen al 40% de la potencia nuclear de España y que son propiedad de Endesa y también minoritariamente de Iberdrola, producen 24.000 kWh anualmente, «el 50% de la energía que se consume en Cataluña», según el Libro Blanco.
Los planes del soberanismo para sus centrales nucleares son contundentes: prorrogar por 20 años más su vida útil, hasta los 60 años, siguiendo el ejemplo de las nucleares de Estados Unidos que utilizan la misma tecnología. Un planteamiento impecable desde el punto de vista de que la energía nuclear disminuye la dependencia de hidrocarburos y las emisiones de CO2 pero que choca con lo que proclaman algunos partidos que quieren la independencia y lo que sus votantes esperan de ellos. Siendo además un apartado que incluyen en sus reflexiones sobre la sostenibilidad medioambiental del sistema eléctrico de una Cataluña independiente.
A diferencia de otras tecnologías, los permisos para autorizar instalaciones renovables sí que son competencia de las comunidades autónomas. Sin embargo, en Cataluña la producción es de apenas el 7%, cuando en 2013 tan sólo la eólica a nivel nacional supuso el 20,9%. De hecho, la potencia eólica instalada en Cataluña es el 4% de la total de España. Cierto es que las previsiones para 2020 respecto al año 2009 son de multiplicar por cuatro su producción renovable, con importantes incrementos en eólica y termosolar especialmente. Pero también es cierto que las políticas de impulso de las renovables realizadas desde la Generalitat vienen siendo lentas, cuando no un freno o contrarias a su desarrollo. Además, en Cataluña quieren potenciar el biogás, la producción energética derivada del tratamiento de los purines, dónde han funcionado seis plantas, y también destacan especialmente las posibilidades de los residuos como fuente de energía.
Como se puede apreciar, las posiciones del soberanismo catalán en lo que se refiere a mix energético para la Cataluña independiente difieren notablemente de las posturas que han venido defendiéndose en el pasado por los partidos catalanes que lo integran, en especial por ERC e ICV, especialmente en lo que atañe a la energía nuclear. Por lo tanto, como se expone en esta primera parte, el conflicto planteado entre ideología independentista e ideología relativa al mix energético, en el Libro Blanco sobre la Transición Nacional de Cataluña se resuelve a favor de lo primero.
El Libro Blanco, un pensamiento único que homogeniza la política energética para Cataluña. Un planteamiento uniforme que supone evidentemente para los partidos de la izquierda nacionalista una renuncia a sus posiciones pasadas sobre el mix energético.
En la segunda parte del artículo trataremos sobre la organización y gobernanza del modelo energético que resultaría del Estado catalán.