Crimea: empieza el baile

,

Vladímir Putin no da puntada sin hilo. El presidente de Rusia, emulando a los maestros soviéticos del ajedrez, ha llevado en todo momento la iniciativa del conflicto en Crimea; también ha exhibido una capacidad ejecutiva que, por contraste, deja en evidencia los mecanismos decisorios de la Unión Europea, excesivamente lentos en su reacción ante situaciones en los que prevalece la autoridad frente a la burocracia.
Si bien la intensidad informativa sobre Crimea se ha reducido notablemente en nuestro país, la realidad es que ahora el nuevo imperio ruso contraataca estrangulando económicamente a Ucrania: Putin deja sin efecto un acuerdo con las antiguas autoridades prorrusas que permitía una rebaja del 40% en el precio del gas que Rusia exportaba a Ucrania como pago del alquiler del puerto de Sebastopol (Crimea), que alberga a la Flota rusa.
Un 30% del gas que consume la Unión Europea es ruso. La mitad, es decir, un 15% del gas que consumen los países comunitarios, llega utilizando Ucrania como país de tránsito. La otra mitad utiliza otras vías, como el gasoducto Yamal (Bielorrusia) para llegar a la Unión Europea. Esta situación de dependencia respecto al gas ruso ha provocado que la diplomacia comunitaria tema que el conflicto de Crimea vuelva a provocar cortes en el suministro en Europa central, como ya sucedió en 2009.
Como empieza a ser un problema crónico, lo cierto es que la Unión Europea ya ha buscado corregir su vulnerabilidad ante Rusia y aprobó el año pasado el gasoducto Transadriático (TAP) para traer gas desde el mar Caspio, en yacimientos de Azerbaiyán, a través de tuberías que enlazarán Georgia y Turquía con el gasoducto que comunicará Grecia, Albania e Italia, bajo las aguas del Adriático.
En este contexto, el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, realizó unas declaraciones en Berlín presumiendo de una posibilidad que dista bastante de la actual realidad: «Si Gazprom suspendiera el suministro de gas a Europa, España tendría capacidad para abastecer a Europa de casi la mitad del gas que ahora llega a través de Ucrania (con el gas que importa de Argelia)». Al menos admitió que tal capacidad es teórica puesto que no existen las interconexiones necesarias entre España y Francia, ya que éstas son aún «insuficientes».
España tiene uno de los mejores sistemas gasistas del mundo como consecuencia de una sobreinversión, según admitió también el ministro Soria en el Congreso de los Diputados valorando la escasa necesidad que tiene nuestro país de la puesta en marcha del problemático almacén subterráneo Castor. Además, la caída de la demanda eléctrica unida al auge de las renovables, con la consiguiente relegación de las centrales de ciclo combinado como la última tecnología de generación, hacen que el sistema gasista también esté infrautilizado. Los ciclos combinados apenas funcionan al 15% de su potencial.
Al margen de la caída en la demanda del gas, un problema que afecta al sistema gasista es que se ha hecho un esfuerzo inversor considerable en infraestructuras reguladas. Como dato positivo, se han diversificado las vías de entrada del gas en España: el 46% del gas que viene a España llega en forma licuada, es decir, por buques metaneros que utilizan una de las seis regasificadoras que hay en España (serían siete con la de Gijón, inmersa en problemas en los tribunales). Esta situación contrasta con Europa, que recibe el 86% del gas por gasoducto y sólo el 14% en forma de GNL (licuada).
Esta infrautilización del robusto sistema gasista, con cuatro almacenes subterráneos al margen del Castor, se traduce en una escalada del déficit del sistema gasista, acumulado en más de 300 millones de euros. En consecuencia, aunque sus cifras son lejanas a las del sistema eléctrico, el sistema gasista empieza a generar un déficit considerable ya que, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) será de 813 millones de euros en 2014 si no se toman medidas correctoras.
En conclusión, el sistema gasista español es uno de los mejores del mundo por su diversificación y por sus infraestructuras, pero fue diseñado desde un primer momento sin tener prevista su interconexión con Europa y, por descontado, previendo conflictos en la otra punta de Europa. Partiendo de unas previsiones de consumo sobredimensionadas, y que el sistema está infrautilizado en la actualidad, hay que tener en cuenta que la estrategia energética europea no ha avanzado convenientemente: debido a una política ineficaz a nivel global, sí, pero también por la cicatería de los países limítrofes.
A corto plazo, la respuesta es imposible al reto que plantea Putin. Igual que es irreal la posibilidad de abastecerse con los gases de esquisto ofrecidos por Estados Unidos. Por tanto, la respuesta ante Rusia es simplemente ciencia ficción y no es momento para apelar a soluciones de carácter oportunista.