La importancia de lo que está pasando

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La piedra de toque que se detonó ayer fue el anuncio de Iberdrola de reducir sus inversiones en España por esta zozobra regulatoria llevada a cabo por el equipo que vienen capitaneando José Manuel Soria y Alberto Nadal ahora y antes Fernando Marti Scharfhausen. Ayer, Iberdrola organizó su presentación de resultados en Londres ante los analistas y los mercados internacionales e hizo públicas sus previsiones estratégicas, consistentes en la reducción vegetativa de su actividad en España (1.000 trabajadores menos, reducción de la inversión en el mercado interior español y más que probable cierre de Garoña). Además, Sánchez Galán atacó a la línea de flotación de la reforma eléctrica y a las inconsistencias e incoherenencias de la política de renovables seguida y de la política fiscal energética española con su presunta justificación de bien intervenible a efectos de control de precios.
Pero, lo que ayer confirmó Iberdrola es algo que tenía que pasar, consecuencia lógica del funcionamiento de los mercados de capitales y, algo que, de una u otra forma, estamos viendo por parte de otras empresas desde que estamos conociendo los resultados de 2013, como es el abandono de la actividad energética por parte de Acciona o la contención de los resultados de Endesa y de Gas Natural Fenosa, etc…
Por otra parte, la cantidad de pleitos, arbitrajes y reclamaciones internacionales no para de crecer diariamente hasta convertirse en una turbamulta. Por tanto, las autoridades españolas, con Soria a la cabeza, ahora no pueden defenderse con un lugar común diciendo que “la mayor parte de los inversores internacionales piensa que no hay inseguridad regulatoria y jurídica en España”. Ni decir que no se lo imaginaba o que este riesgo no lo conocía, porque es su deber. Ni siquiera pueden apelar al patriotismo de pegatina en la correa del reloj, porque, sencillamente, ese tiempo ya ha pasado y hoy la liga se juega en lo económico y en los mercados de capitales.
En este caso, la importancia del movimiento de Iberdrola proviene de que la compañía es la primera eléctrica cuyo capital mayoritario es mayoritario, al mismo tiempo que es una empresa muy internacionalizada. No hay duda tampoco de su implicación como empresa y, personalmente, de su presidente y consejero delegado en los valores y promoción de la “marca España”, incluyendo su presencia en el Consejo de la Competitividad.
Pero los accionistas, mercados financieros, inversores y analistas con los que las compañías interactúan y con los que compiten para lograr su financiación internacional lo que tienen en cuenta son estos datos, información perfecta, previsiones económicas y las de los mercados en los que operan. Y, está claro que el mercado español hoy pesa como un bloque de cemento en los pies y cada vez más en las compañías que operan en el sector energético español.
Hay que tener en cuenta que con respecto a las crisis anteriores, España ha logrado configurar unas empresas relevantes, importantes y competitivas a nivel internacional, en varios sectores, como Inditex, Telefónica, Iberdrola, Banco de Santander, BBVA… Por otra parte, hay compañías internacionales que operan en España, como son Enel, E.On o EDP cuya forma de actuar en los mercados tiene relación directa con los flujos de capital e inversión internacional. Y, por cierto, sirven de sostén para la economía y el empleo de nuestro país.
Pero, el peronismo de la política española (la aberrante influencia del colectivo retroprogresivo de la energía, el condicionamiento de los “entes semipúblicos” de los operadores de transporte y sistema de las políticas) y de la ausencia de instituciones serias independientes, así como la incapacidad gestora y experiencia regulatoria de los responsables políticos en los sectores económicos, están dañando todo lo empresarial en el sector energético español.
Por eso, la única forma que le queda a Soria de defender su “antipolítica” y su peronismo es aludir constantemente a los supuestos beneficios de unos y de otros, cuando realmente en el mercado interior las empresas están en pérdidas y se sostienen por su diversificación. El lenguaje marxista de los perjudicados y la plusvalía. Y, con el aparato de comunicación del Gobierno, de forma maniquea y con un lenguaje trotskista, intentar venderlo a la opinión pública como un ataque de las mismas, cuando el verdadero ataque es la delirante y episódica forma de conducir el problema del déficit tarifario por parte de este Ejecutivo.
Recordemos que, lo que realmente está ocurriendo, simple y llanamente, son las consecuencias de lo que quiere decir la libre circulación de capitales y la necesidad de generación de valor para los accionistas. Si eso se niega, o incluso se perjudica, las compañías en un mundo globalizado trasladarán sus inversiones a otros países más predecibles, cerraran sus instalaciones o trasladarán su actividad. No hay vuelta atrás. Es lo que tenía que pasar y nuestro Gobierno tiene que estar preparado para ese nuevo mundo globalizado.
El mayor problema para nuestro país serán las consecuencias a nivel global, que hay que apuntarlas en el historial de este Gobierno y del propio José Manuel Soria: la reducción del empleo en las empresas, de la inversión, de la capacidad, el envejecimiento de las redes, el deterioro de la calidad del suministro, la pérdida de competitividad, la pérdida de confianza, la salida de empresas y la instrumentación política de hechos económicos que impiden comprender la importancia de lo que está pasando para justificar medidas políticas y su distribución de daños arbitaria.
En todo caso, mientras ayer pasaba esto en Londres, el ministro de Industria, Energía y Turismo estaba en el Congreso defendiendo correosamente sus «reformas» e intervenciones, la forma de hacerlas y presentando el nuevo sistema de tarificación de 1.600 precios a posteriori y con contadores inteligentes. Soria estaba en el Parlamento con el juguetito.