Aislados por el mundo

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Al igual que los Sistemas Eléctricos Insulares y Extrapeninsulares (SEIE), en la mayoría de los sistemas eléctricos aislados se sigue un modelo de retribución regulada. Es la solución más razonable dadas las características propias de estos sistemas: son de un tamaño generalmente reducido, frágiles desde un punto de vista energético y con un mix de generación limitado, sin olvidar su ya citado aislamiento respecto al conjunto del territorio nacional.
En estos sistemas regulados, los ingresos de los agentes son fijados por el propio regulador o bien existen reglas de retribución basadas en el reconocimiento de los costes que suponen producir energía en estos territorios. Hay que destacar que en estos sistemas, en un porcentaje superior al 50%, la potencia instalada corresponde a energía térmica (utilizando carbón, gas), llegando este porcentaje en casos como en los propios SEIE o Creta (Grecia) a ser de más del 90%. Como los costes de producción son siempre mayores que en los territorios continentales de los países a los que pertenecen, la energía resulta más cara en estos sistemas.
Con estas peculiaridades, los mayores costes de producción y el tener que abastecer a un mercado reducido complican que en estos sistemas exista más de un operador en la generación, la distribución o el transporte. No hay mercado suficiente para más. Y puesto que la energía es más cara, es habitual que los ciudadanos de estos territorios disfruten de una compensación en los precios de la energía para que todos los habitantes de un país terminen pagando la misma tarifa: en España, la propia Constitución garantiza en su artículo 138 la solidaridad entre las distintas partes del territorio español, “velando por un equilibrio económico justo entre todos, atendiendo en particular a las circunstancias del hecho insular”.
La excepción a esta regla la constituye la isla de Tasmania. Considerablemente minúscula en lo que respecta al territorio nacional, inferior a un 1% del total de Australia, Tasmania es lo suficientemente grande como para reunir las condiciones propicias para haber desarrollado un mercado de energía liberalizado, en el que la entrada de agentes es libre y el precio de generación lo define el mercado a través de subastas entre generadores y comercializadores. Con una alta penetración de la energía hidráulica, mayor al 80% gracias a sus ríos de curso rápido, el medio millón de habitantes de Tasmania disfruta de una energía considerablemente más barata que en sistemas eléctricos similares.
Sistemas con compensación
De la misma manera que en Tasmania, el precio de generación en Cerdeña (Italia) se establece mediante subastas. Pero también es cierto que para evitar momentos de escasez existe un plan de compra de energía que se remunera de forma regulada: primero mediante un pago por capacidad de antemano y posteriormente a través de un pago por energía producida a un precio acordado. Además, a diferencia de Tasmania, todos los ciudadanos italianos pagan lo mismo ya que se establece un precio medio del mercado eléctrico, compensando los precios de unas regiones con los de otras: una práctica generalmente extendida en los sistemas constitucionales para evitar discriminaciones entre ciudadanos de un mismo Estado.
Hay que recordar que en España se hace coincidir la tarifa que pagan los ciudadanos de los SEIE con la tarifa que se paga en la Península aunque, como ya se ha señalado, la de los primeros resulta bastante más cara. Lo que ocurre es que las diferencias existentes por tanto entre el precio real de la generación y el pagado por el consumidor final en los SEIE no se cargan directamente en la factura de la luz de todos los ciudadanos sino que se enjugan con una partida a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. Por otra parte, el sistema de retribución a la generación es regulado: los productores tienen un reconocimiento de los costes fijos (inversión más operación y mantenimiento) y de los costes variables (combustibles).
Escenarios similares se plantean en Córcega (Francia) y Creta (Grecia). En ambas islas nos encontramos con sistemas regulados en los que hay un generador prácticamente en exclusiva al que se le hace un reconocimiento de costes; también hay que mencionar que, al margen de este agente, existe una presencia mínima de productores renovables. La tarifa de estos territorios se fija al mismo precio que el existente para todo el territorio nacional (Francia o Grecia); en estos casos, la diferencia entre esta tarifa y el precio real que tiene la generación en estos territorios es pagada por el conjunto de consumidores nacionales con un impuesto adicional incluido en su factura eléctrica.
Hay dos casos parecidos a los últimos citados pero con sus correspondientes peculiaridades: Madeira y Alaska. En el archipiélago portugués también hay un productor mayoritario cuya retribución está regulada. Sin embargo, hay otros pequeños productores que generan en su conjunto el 28% de la energía de Madeira y que, de forma libre, pueden venderle energía de manera competitiva a la compañía mayoritaria hasta un máximo anual. Eso sí, la tarifa la fija el Gobierno portugués y vuelven a darse mecanismos de compensación para que la solidaridad nacional haga frente a los extracostes que la generación implica para estos territorios. La particularidad que presenta Alaska es que esta compensación se produce únicamente entre las diferentes zonas de Alaska y no con sus compatriotas de Estados Unidos.
De Hawái a Hong Kong
Los ejemplos citados, con la excepción manifiesta de Tasmania, constituyen reflejos del escenario eléctrico que España plantea con las Islas Baleares, Islas Canarias, Ceuta y Melilla. También podemos preguntarnos qué ocurre en casos diferentes como puede ser el de archipiélagos extremadamente alejados del territorio continental o el de territorios más o menos autónomos. En las islas Hawái, a 3.000 kilómetros de la costa de América, la tarifa la definen las autoridades en función de los costes de la generación y añadiendo un margen suficiente para hacer atractiva la instalación de grupos de generación a los inversores. Al igual que en Alaska, dado que no existe solidaridad entre los diferentes estados de Estados Unidos, los consumidores de Hawái son los que cargan con los sobrecostes de estos sistemas en la tarifa establecida.
Diferente es la situación de Puerto Rico, Estado Libre Asociado a Estados Unidos. La generación de electricidad no está liberalizada, lo que hace que esta actividad la realice una empresa gestionada directamente por el gobierno de la isla, con una tarifa acorde a los costes de generación. Ahora se plantean reducir su gasto eléctrico a medio plazo. Pero si hay una situación verdaderamente incomparable en el mundo es la de Hong Kong. Con una superficie de 1.108 km2, 9 veces más reducida que la de Puerto Rico, 7 millones de personas y ser uno de los centros financieros del mundo demandan que la potencia total instalada en Hong Kong sea de 10.646 MW, más del doble que la instalada en la isla caribeña. En este caso, tal y como sucede en Hawái, la tarifa la define el gobierno local al margen de las autoridades chinas con un reconocimiento de los costes de producción más una rentabilidad ya definida.