Un suponer

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Supongamos un país imaginario sin relación con la realidad, sin fuentes de energía propias o con fuentes de energía propias, cuyo coste es muy oneroso. Imaginemos, por un momento, lo que es el coste de suministro total para una determinada tecnología energética o una energía final que utilizan unos consumidores concretos. Imaginemos que es indiferente que los consumidores concretos sean personas físicas o personas jurídicas, empresas, o incluso grandes empresas, o instalaciones industriales muy intensivas en energía.
Imaginemos que no existe discusión sobre el modelo, la parte liberalizada en mercado y que no existen cuestionamientos (ideológicos o institucionales) al respecto sobre el proceso de formación de precios. Tampoco existiría discusión en el caso de ser un modelo de costes regulados o reconocidos. Imaginemos que está resuelto por la vía que sea (aunque Energía Diario aboga siempre por el mercado y los mecanismos competitivos). Las reglas del juego no están en cuestión y tampoco se ponen en cuestión de forma oportunista según su resultado. Digamos que es estable el mecanismo.
Imaginemos que, fruto de ese mecanismo, por el coste del suministro de tal o cual energía, resulta preciso aplicar una subida a la unidad de energía vendida de una determinada tecnología (un kilowatio, un metro cubico de un gas, una bombona, una arroba). Imaginemos que esa decisión puede ser «impopular», dado que se realiza desde una instancia administrativa, política o gubernamental. Imaginemos que se utilizan argumentos contra la repercusión de precios relacionados con la competitividad en el caso de los consumidores empresariales o del carácter «social» de la energía.
Imaginemos que esa instancia administrativa o gubernamental se inclina por alguna de estas decisiones:
1. No repercutir la subida y que los operadores de esa fuente de energía internalicen las pérdidas y que los consumidores no sean conscientes de los precios reales y del coste del suministro.
2. No repercutir la subida, pero reconocer los costes, creando una deuda que financiar a largo plazo y repercutirla a los consumidores futuros.
3. Remover Roma con Santiago para discutir si es así o asá cómo se calcula el coste del suministro y decidir cambiar las reglas de juego con el partido en marcha.
4. Imaginar que la propia recurrencia de la deuda encarece mucho la tecnología de partida.
5. Que el Estado decide sufragar la deuda generada vía sus Presupuestos Generales al considerar que la naturaleza social de la energía y el país no es Venezuela.
Imaginemos que ese país imaginario se acostumbra al segundo de los mecanismos y lo utiliza para la mayor parte de sus tecnologías de suministro: para la electricidad, para el gas, para el butano… Imaginemos este enunciado del problema sólo por un momento. ¿A qué les recuerda? ¿A dónde nos lleva? ¿Tiene solución?

1 comentario
  1. Alvaro
    Alvaro Dice:

    Siguendo en el plano teórico, y si el capitán del barco no da ordenes por las tardes por que esta indispuesto por razones diversas, ¿ debería cambiarse de capitán?
    Pues en esa dinámica esta la CNE, un consejero de martes a jueves (como la anterior presidenta), el otro con el iphone en las reuniones jugando a no se que y el gerente demostrando su incapacidad para tomar decisiones que demuestran su capacidad política y evidencian su incapacidad técnica.
    Menos mal que somos profesionales y realizamos nuestro trabajo, que si nos diera el sueño por las tardes como a otro, no se quien trabajaria en la CNE……

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