¿Gasolina o diésel?

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En el primer debate, aparecen dos tendencias, muy diferentes entre sí. La primera está referida a la polémica sobre los sistemas de medición de la contaminación. Y, por tanto, de forma sucesiva, la picaresca originada sobre la colocación de los instrumentos de medición y la posibilidad de modificar de forma ventajista el lugar donde están ubicados estos sistemas de medición de la contaminación en las ciudades.
Sólo así se puede comprender que en páginas europeas de Internet sobre medición de la calidad del aire en Madrid se publiquen resultados que colocan a Madrid junto con Roma, fuera de los límites de contaminación ambiental y al mismo tiempo y a la misma hora la web del Ayuntamiento de Madrid ofrezca unos resultados positivos de calidad del aire. En descarga de esta polémica, algunos ayuntamientos afirman que la normativa europea les permite cambiar el lugar de toma de datos y así hacen aprovechamiento de la misma. Dicha línea de discusión, por sus propios elementos de búsqueda de trampas para ocultar la realidad, la podemos calificar de la parte más zafia de todo este debate. Y, seguramente, es la parte más débil con capacidad de volverse contra quien lo impulsa. El argumento del cumplo y miento nunca es bueno.
En ese sentido, la actualidad marca cómo el Ministerio de Medio Ambiente se reúne con el Presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, poniendo sobre la mesa la posibilidad de modificar las tasas sobre los vehículos más contaminantes. En paralelo, van apareciendo informaciones que destacan que ciertos Ayuntamientos han ido descartando o aparcando planes que incluyen medidas más rigurosas que en otros países frente a la contaminación ambiental. También se han publicado informes, oportunamente conocidos en este momento, que intentan dimensionar los efectos sobre la salud y las patologías de este fenómeno. Todo ello, con el debate sobre la financiación y la refinanciación autonómica, el colapso de los Ayuntamientos y la deuda municipal de fondo.
La segunda línea que se ha desatado en el marco de este proceso, más explicativa de todo él, ha introducido el argumento del cambio de parque automovilístico, su dieselización, como una causa de la contaminación en las grandes ciudades españolas. Los incentivos y ventajas fiscales a este tipo de vehículos, se han puesto como ejemplo de la promoción pública del uso de este combustible y como reacción de los consumidores coherente con estos apoyos. Economía del comportamiento. Behaviorismo en estado puro.
En paralelo, la subida de precios de los carburantes en España se está resintiendo de varias alineaciones y trayectorias: la primera es la evolución del precio del crudo, que explica en gran parte su subida; la segunda, la evolución del tipo de cambio; y, una tercera pero no valorada suficientemente, que es la inadecuación de la estructura de refino entre gasolinas y diésel en nuestro país. Frente a una estructura de refino con más capacidad productiva en gasolinas, la dieselización del mercado automovilístico ha aumentado la demanda de este carburante de forma que en estos momentos resulta insuficiente. En suma, además del precio de crudo y el tipo de cambio, hay que añadir el componente impositivo de los carburantes, que también es muy importante y conocido. Además, la diferencia impositiva en los precios de los carburantes y de su fiscalidad menor que en otros países europeos, permite que se estimen nuevas figuras impositivas o el aumento de las actuales, como ya se ha planteado, para abordar los efectos del cambio climático.
Por tanto, la diversificación de las necesidades de consumo en nuestro parque automovilista, en diésel y gasolina tiene hoy dos debates abiertos y relacionados: el problema de contaminación en las grandes ciudades y la evolución de los precios de las carburantes. Por tanto, estamos ante una cuestión energética, económica y medioambiental, y hay que preparase para la campaña que se ha abierto al respecto.
Las dos son cuestiones de «largo plazo». Por una parte, la inversión en nueva capacidad de refino en España que está realizando la industria petrolifera, va en este sentido y las nuevas plantas que entran en funcionamiento incidirán en la corrección de esta descompensación. Por otra, la atención del problema de la contaminación en las ciudades de forma no partidista, se debe plantear en el conjunto de las políticas públicas referidas al cambio climático, con neutralidad respecto de las tecnologías de transporte y combinado con la responsabilidad de ordenación de los propios Ayuntamientos sobre sus actuaciones y responsabilidades.