Una sustitución con precauciones

Tal y como informó Energía Diario en su momento, se ha confirmado el nombramiento de Antonio Hernández como nuevo Director General de Energía y Minas, dependiente de la Secretaría de Estado de Energía. No es una cuestión intrascendente, sino todo lo contrario, en la medida que viene a marcar una nueva etapa en esta área de la Administración.
La sustitución del hasta el momento Director General de Energía, Jorge Sanz Oliva era una cuestión que ya no tenía más demora y en la que no cabía esperar más. Y no sólo por el hecho de que procedimentalmente se tenía que cumplir lo previsto en el plan de coberturas del puesto en la oficina comercial de Los Ángeles, sino también por los efectos distorsionadores que se apreciaban/filtraban de una cohabitación difícil en la cúpula del área energética del Ministerio de Industria.
No es ningún secreto, el tono de tensión existente en las relaciones entre el Director General saliente, Jorge Sanz y los sucesivos Secretarios Generales de Energía y ahora Secretarios de Estado. Esta situación estuvo mucho más acentuada en las últimas etapas con Ignasi Nieto y Pedro Marín. Los motivos y razones de esta suspicacia, que en algún caso ha estado jalonada con insistentes rumores de cese, son muchos: desde la propia procedencia de Sanz (del gabinete de Rodrigo Rato), hasta su cercanía a posiciones liberales, han hecho que se le buscasen vinculaciones intelectuales o empresariales. Estos intentos de vinculación son muy frecuentes en un sector inmerso en una sospecha permanente, y que precisa conocer el pedigrée de todo y todos los que pasan, para poder deconstruir adecuadamente sus postulados.
Lo que sí es indudable es el peso técnico y el conocimiento sectorial de Sanz, bagaje y experiencia acumulada, convicción y desarrollo del proceso de liberalización, con independencia de determinadas propuestas y normas discutibles, realizadas en los años en los que ha estado al frente de esta área.
Y, quizá allí es donde reside el foco de atención de esta importante decisión o, mejor dicho, de cómo se ha articulado la necesidad de garantizar que el nuevo responsable adquiera el conocimiento necesario de un sector tan complejo como el energético, de manera muy rápida y con la presión añadida del ‘timing’ de las actuaciones y políticas a emprender. La “hoja de ruta” abierta es muy urgente y con temas de indudable envergadura y calado: planificación y prospectiva energética, nuevo marco retributivo para las renovables, escenario de caída de demanda, ….
Tengamos en cuenta la estructura de partida de la energía y su inscripción en la Administración española, una estructura muy estrecha: por arriba (una Secretaría de Estado, cuya única Dirección General es ésta) y con una estructura muy reducida y que precisa en algún caso cierta renovación. Por abajo, la Dirección General de Energía ya se había perfilado, por esta centralidad, como una pieza clave en la ordenación del sector energético, desde los tiempos en que fue clave en la Dirección General de Energía, un hombre concreto: Enrique Vicén.
Si a ello unimos el desdoro, incluso el enfrentamiento abierto (véanse las noticias aparecidas este verano), en que está sumido el regulador independiente (la Comisión Nacional de Energía) con Industria y el cada vez más robusto equipo asesor de Miguel Sebastián y del Secretario de Estado en el ámbito energético, podemos encontrar las dificultades de encuadre/ajuste que el nuevo Director General deberá afrontar en sus primeros pasos. Por eso, desde todas estas perspectivas, sería especialmente positivo que se hubiera diseñado esta transición y el traspaso de conocimiento y responsabilidades de forma eficiente y articulada.
En todo caso, nuestros mejores deseos a Antonio Hernández en su nueva responsabilidad.