La brecha medioambiental

Acaba de hacerse público un primer balance sobre el resultado y la evolución en el año 2007 del comportamiento de los derechos de emisión de carbono. A estos resultados se les podría aplicar esa lógica de corresponsal de guerra que afirma “un millón de muertos en una guerra, es una estadística; una historia personal es una noticia”.

Lo primero que resulta llamativo es la forma en que se hacen públicos estos resultados, sin que se puedan sacar una tendencia conjunta o general, es decir, la forma de diseccionar los resultados, parece que ofrece un juego de suma cero, o casi cero, un formato que busca escamotear el fracaso de una política que debe ir dirigida, no nos olvidemos a la reducción de emisiones. Así, se dice que en la industria, prácticamente ha quedado estable su evolución (crece un 0,3 % según los avances). En el sector energético ha crecido un 5% y en conjunto de estos sectores (industria y energía) es del 3%.

Inflación medioambiental en el sector energético

En segundo lugar, parece también particular las cifras de crecimiento que se manejan. Muy discretas, la más alta precisamente es el 5% del sector energético, con lo cual parece incluso, que la emisión de este gas efecto invernadero, podría estar controlada. Que no hay inflación medioambiental. Lo que parece, es que en las comparativas, no se señala que el objetivo que tenemos es de reducción, no de crecimiento.

Lo que también puede influir en esta forma de presentar los datos, es el hecho de que el propio Presidente del Gobierno utilizase estos datos en los debates electorales, y se haya procurado hacer un titular que no dejase en evidencia al propio Zapatero (hombre comprometido con el medio ambiente, según todos sus discursos) dado que había aireado que se habían reducido las emisiones, apoyándose en las cifras del año 2006. Un año, que climatológicamente fue muy bueno desde el punto de vista de los factores que influyen en la evolución del crecimiento o no de estos gases.

Por ello, es curioso (ahora que ya el extremeño está en Wikipedia), parece que los ‘extremeños’ se tocan. Nuestros máximos representantes justificaban los pobres resultados del año 2007 en la meteorología. Con lo cual la justificación, que parece exonerar de capacidad de acción, a los humanos y sus políticas. Y, la realidad, es que los únicos resultados de moderación, más que de reducción en estos años, los del 2006, los que exhibió Zapatero, si que son los directamente relacionados con la meteorología. El resto, dependen de la carencia de políticas coherentes de reducción de emisiones en el sector energético.

Lo que parece claro es que esta forma disociada de presentar los datos no hace justicia a la combinación de políticas seguidas en materia de gases efecto invernadero en el sector energético, cuyas señales a los agentes no han sido especialmente decididas a la hora de impulsar la reducción de emisiones, más bien todo lo contrario. Desde como se ha articulado el Plan Nacional de Asignaciones, y su desproporción entre tecnologías emisoras y tecnologías como los ciclos combinados. Cuestión que ha sido criticada por la propia Unión Europea (que incluso ha apuntado la existencia de ayudas de Estado) así como el abuso de los mecanismos de desarrollo limpio (algo que en el fondo, es una manera de evitar cambios en las tecnologías, verdadero objetivo de todo el andamiaje medioambiental y su escenificación pública).

Del mismo modo, el descuento de los derechos de emisión en la tarifa eléctrica, tampoco parece que tiene incentivos a las tecnologías no emisoras (solución verdaderamente ocurrente para el déficit tarifario, única en todo el arco de la Unión Europea, aplicada a ‘escote’ en las instalaciones –emisoras o no- y pensada para controlar las rentas de los operadores más que en la política medioambiental). Más bien, al revés, porque en su perversidad, se convierte en la peor de las soluciones posibles, dado que al distribuirse entre todos la contaminación del sector energético, el que contamina, cobra y es subvencionado por resto.

Lo que hay que tener claro es que fruto de una política farisea en materia de reducción de derechos de emisión, estamos afectando a la tan cacareada palabra competitividad, mantra de la ‘nueva-política-para tiempos de crisis’. Cuanto más crezcan nuestra demanda de derechos de emisión frente a la reducción a la que estamos comprometidos, cuanto más se amplíe nuestra brecha medioambiental, más costosa es en conjunto para toda la economía y para toda la sociedad. La táctica de mantener todo igual, nos lleva a estos resultados.

En breve, este fin de semana, probablemente se conocerá si hay nuevo gobierno. Si se crea un “Superministerio” de Medio Ambiente, o lo que sea. La pregunta es si cambiarán las políticas, la operada desde el Ministerio de Industria desde la Secretaria General de Energía y desde el propio Ministerio de Medio Ambiente colaborador necesario en esta construcción peculiar del tratamiento de las emisiones de carbono. Sobre todo, para evitar que los que conocen la misma y sus resultados, no sean llamados al escándalo cuándo nuestros políticos y responsables del Estado se columpian con las estadísticas o las utilizan torticeramente en su favor.

Para evitar que en estos cuatro años, se produzca el efecto mancha de aceite de duda sobre esta política, se precipite y cale socialmente entre los ciudadanos y votantes, bienpensantes y confiados ante tanta retórica medioambiental y vayan conociendo las verdaderas razones de esta brecha entre el discurso y la realidad (los ciudadanos cada vez tienen menos confianza en lo que escuchan y escrutan mejor lo que pasa, al estar mejor informados). Para verdaderamente actuar con sentido de futuro en materia medioambiental, pensando a la vez en clave de competitividad.

Por sus resultados les conoceréis.