No es momento de audacias

El tiempo que no es ningún tonto es el que está jugando en torno al culebrón de preliminares alrededor de la siguiente fase de reestructuración del sector energético español: es decir, en torno a lo que pueda pasar con Iberdrola, Gas Natural o Unión Fenosa, junto al resto de actores de la representación, hoy EDF, E.ON o ACS. En los ultimos días estamos asistiendo a numerosas variaciones sobre esta cuestión. En muchos momentos, hubieramos hablado de ‘globos sonda’, ese tipo de noticias que lo que tratan es anticipar su posible resultado o desinchar alternativas. El ultimo caso, lo tuvimos ayer con lo aparecido en el diario parisino ‘Les Echos’ y posteriormente desmentido con rapidez por Iberdrola.
Pero el hecho, es que este ‘largo impasse’, ha provocado varias consecuencias, tan importante que supone que hayan variado completamente las coordenadas, e incluso la escala de medida. La primera conscuencia, es que cada uno ha podido organizar sus defensas y ataques, con sus respectivas guardias pretorianas, sus despachos de abogados, sus estrategias jurídicas, sus alianzas estratégicas y sus aliados finacnieros. Y es que estos dos meses han sido larguísimos para los planes iniciales. Del ‘fru-fru’ de la euforia de la caída de las Bolsas que desenmascaró los primeros escarceos a ahora, hay un cambio completo de escenario, inclusive la agudización de la crísis de crédito que hace mucho más complejo una operación de estas características en estos momentos.
En este momento, ya casi ha salido del argumentario informativo el carácter público de la francesa EDF y su privilegiada relación con el estado francés (algo impensable con esta Administración y las energéticas españolas, cuyo objetivo, de facto, es jibarizar los operadores españoles). En segundo lugar, al gobierno se le ha enconado un doble espacio impreciso pero bastante efectivo: en primer lugar, el posicionamiento territorial, nada desdeñable en el caso de Iberdrola, con la fuerte presencia de varias Cajas de Ahorros y la relación con las Comunidades Autónomas.
En tercer lugar, se ha evidenciado que la política de ‘tierra quemada’ a la hora de entregar las empresas energéticas a empresas europeas públicas, con aquiesciencia, la facilidad para secuestrarse en los compromisos o con indolencia del gobierno (para no alimentar la teoría conspirativa) con liquidez obtenida de entornos regulatorios favorables, ha sido evidenciada a todos los niveles en toda su candidez. El hecho, es que no ha dejado de estar presente en los argumentos informativos de toda la campaña electoral y ha movilizado a sectores económicos preocupados por lo que podría ser una actuación irreflexiva. Al mismo tiempo, los posicionamientos del propio Pedro Solbes han dejado poco espacio para que el Gobierno pueda desmarcarse de una posición tan razonable como la de señalar con el dedo las fuertes asimetrías en el mercado europeo. En todo caso, la alternativa EDF y ACS sobre Iberdrola es una sóla de las posibles, lo que quiere decir es que se ha superado el marco de referencia con todas las alternativas, como diría Lakoff.
Entre tanto, los acontecimientos políticos se han sucedido: unas elecciones generales con un resultado como una navaja barbera, el gobierno en proceso de reorganización, la necesaria redefinición de papeles en la administración económica y energética española que tiene que pasar por la coordinación desde el Ministerio de Economía, evitando los ‘electrones sueltos’, como la Oficina Económica, en sus tiempos más virulentos. Y, ¡la crisis!, la desaceleración o lo que sea, que si ha puesto a los españoles muy atentos a todo lo que pase en el ámbito económico. ¡Para hacer tonterías!
En medio de todos estos acontecimientos, se interpone la propia renovación de la Comisión Nacional de Energía, afectando fundamentalmente y, en principio, a los consejeros designados por el Partido Popular. Lo que se une a la ofensiva de la Unión Europea contra la nueva redacción de los poderes de este organismo en la ‘nueva función 14’, articulada inoportunamente (u oportunamente, según se mire) una vez que se iba a conocer la oferta de E.ON por Endesa, evidenciada en la sentencia contra las condiciones que la CNE ha puesto en estas operaciones. Pero esa renovación, en principio puede ir a más. Incluso, la propia redefinición o reorganización del organismo y sus funciones que han apuntado algunos medios, pueden ponerse en cuarentena si se lanza una operación así. Lo que evidentemente beneficiaria colateralmente, a todos los señalados con el dedo de la renovación o la reestructuración del regulador independiente, que podrían acabar pidiendo la hora, o pidiendo la OPA en sus fueros internos.
Lo que si podemos apostar es que la próxima operación corporativa en el sector energético, no va a tener los niveles de improvisación que asistimos en el largo culebrón de Endesa que, como saben, comenzó con la OPA fallida de Gas Natural. En primer lugar, por las propias empresas: se cuidarán muy mucho de caer en el error de considerar que la aquiesciencia política en los mercados financieros lo es todo, por el efecto vertiginoso que puede traer. En segundo lugar, por el propio gobierno, que ha tenido que ganar en experiencia y aprender de los errores, evitando ejercicios de ‘aprendiz de brujo’ y consecuencias políticas incalculables pasadas.
No quiere decir que esté todo atado y bien atado. Ya no, es conveniente volver al manual y al carril. Por eso si que no es tiempo de audacias.