¿Mercado eléctrico o intervención a todo trapo?

La fiebre de lo ‘políticamente correcto’ ha logrado que la formulación escrita de los programas electorales sea lo suficiente ambigua, como para justificar una cosa y la contraria. Los programas electorales, bajo esta formulación pueden ser así tan interpretables, como los propios manuscritos del Mar Muerto.
Y, esta fórmula interpretativa es la que permite mantener en una indefinición programática la visión del funcionamiento del mercado eléctrico desde el punto de vista político. Por tanto, caídas las ideologías, los contenidos y propuestas que se contienen en estos documentos son fuertemente laxos en lo que se refiere a una visión y conformación de los mercados, en este caso el eléctrico. De forma que se eviten aquellos términos que más puedan sonar a ‘empresa’ o a ‘mercado’ en un ejercicio de otra época de considerar nefando o de satanizar lo que proviene de la iniciativa empresarial privada. Un atavismo que no logramos superar como país, y que además se retroalimenta a través de la mala regulación.
En este sentido, por ejemplo, hay que ver el caudal de matices que se introduce en los programas electorales cuando se habla de competencia. Cuando se quiere cercenar algo se le ponen adjetivos, apellidos, matices, concreciones que reducen el alcance de lo que debe pretender su sentido global. Por ejemplo, cuando se dice la expresión ‘sana competencia’, se apunta por contraposición a ‘insana competencia’, ofreciendo una visión desde una atalaya superior de lo que es el bien y el mal, o una visión controladora de lo que sería la intervención bien administrada.
Si atendemos al ‘manual ideológico’, parece que sería razonable, que existiera una defensa del mercado más intensa por parte del Partido Popular, incluso por ser quien realizó la segunda fase de la liberalización del sector eléctrico en el año 1997. Pero, luego en la ejecutoria política y parlamentaria, llega el momento en que puede mas considerar que el precio de la energía es intervenible, oponiéndose a las subidas de tarifas, y apoya la conformación de Red Eléctrica de España como un monopolio de transporte y regulador bis y se apoya por la vía de la abstención el Real Decreto de detracción de derechos de emisión en el sector eléctrico.
Eso no quiere decir que no existan visiones ideologizadas, interventoras en el sentido intervencionista de mercado que circulan, unas de una forma más transparente (lo que siempre es de agradecer por situar el debate en términos no eufemísticos) y otras de una forma más emboscada en la actuación regulatoria y los formatos de los programas políticos. En el sentido contrario, el Partido Socialista Obrero Español, esconde varias corrientes ideológicas en su interior que decantan su equilibrio político en la expresión final del programa.
«Marco normativo estable», en el Programa del PSOE
En términos de corrientes ideológicas, la primera la que ha predominado en esta última legislatura y que ha ido deteriorando el funcionamiento del mercado, en un intento de justificar nuevas intervenciones sucesivas, así como hacer partícipe de la ordenación y regulación del sistema a Red Eléctrica de España. Puede ser que en esa línea, haya incluso algún desliz freudiano, como nombrar en la página 188 del programa electoral la expresión “marco normativo estable”, que nos puede traer a la memoria el ‘Marco Legal Estable, figura del Antiguo Régimen. En el fondo un lugar común donde justificar la intervención a todo trapo. Qué tiempos aquellos.
O también cuando en este mismo programa se hace referencia a las compañías que se dedican al transporte y gestión técnica del sistema, y se enuncia en esa misma página la expresión “el fortalecimiento de los mecanismos de coordinación”, debe ponernos sobre aviso, si eso de los mecanismos de coordinación y el fortalecimiento es lo que se ha hecho de configurar aún más un TSO (modelo en franca retirada frente a la posición europea de tender al modelo ISO, que separan el operador de sistema del operador de transporte y se limita la influencia regulatoria de estos agentes). Esperemos que la configuración (ya mítica de la figura de Solbes ponga racionalidad en todo esto y al final tengamos una solución presentable de futuro, frente a las querencias y pulsiones bolcheviques.
En suma, aunque a primera vista el dilema hamletiano de intervención y mercado no aparece de forma evidente en los programas electorales, los propios complejos antimercado y antiempresa del imaginario colectivo se trasladan en forma de prejuicios en la acción política. Porque, probablemente, todavía faltan otros veinte años de funcionamiento del mercado y de sus instituciones, integrar la visión empresarial y financiera en los tiempos de la globalización de mercados y capitales y darnos cuenta que la fuerte inversión que se ha producido en España en los ultimos años proviene de ser pioneros en el desarrollo de mercado eléctrico.
En esta posición, tendremos que encomendarnos a la Comisión Europea para evitar los excesos y el riesgo de involución. Que lo hay.