¿Hay alguien que quiera vender Iberdrola?

Las perspectivas de que la compra de Endesa por parte de Enel y Acciona se repita ahora con Iberdrola no parecen bienvenidas desde ningún ángulo. Todas las manifestaciones de opinión que se han hecho públicas hasta el momento defienden el statu quo de Iberdrola de una forma o de otra. Bien se trate de evitar un troceamiento de la compañía, que es uno de los escenarios a temer, bien se trate de dejar que la eléctrica vasca, española, caiga en manos extranjeras. O peor, en manos de un gobierno extranjero. Un Gobierno, dicho sea de paso, que apuesta firmemente por la energía nuclear.
Todas las opiniones salvo la del Gobierno de España, que ni se ha mostrado a favor ni en contra (igual que hizo cuando paró los pies a E.On para abrir la puerta a Enel). No en vano, quizás, habló el presidente de Electricité de France, Pierre Gadonneix, al afirmar que «no se lanzaría a la adquisición de Iberdrola si no obtuviera luz verde del Gobierno español». Conviene no olvidar esta afirmación en caso de que la operación salga adelante.
Algo que contrasta con la versión oficial de los representantes del Ejecutivo sólo han dejado patente que actuarán, si es necesario, para defender la libertad de mercado y a los accionistas. La única nota discordante, la de Pedro Solbes -discordancia que ya se ha convertido en habitual-, al señalar, este lunes, que le parecía contradictorio «que una empresa pública como EDF entre en un sector privatizado», antes de recordar que a España le costó mucho esfuerzo privatizar determinados sectores.
Iberdrola es el último gran estandarte energético que le queda a España y, además, una de las compañías que mejor nombre se está haciendo en el extranjero a base de apostar por la energía renovable que más éxito está teniendo: la eólica. La filial de renovables de Iberdrola cuenta con una cartera de proyectos de más de 40.000 MW, y ya tiene instalados más de 7.000 en todo el mundo.
Puede que esa creación de valor de Iberdrola no tenga nada que ver con la defensa que de su «españolidad» y de su integridad se está haciendo estos días públicamente y a diestro y siniestro. El último en romper una lanza ha sido el coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, quien ayer se mostró contrario a que EDF entre en Iberdrola, explicando por si acaso que su posición no significa una «renacionalización» de las empresas públicas que fueron privatizadas.
Juan Luis Arregui -vicepresidente de Iberdrola- también se ha pronunciado en contra de una posible división de Iberdrola, algo que podría ocurrir en el caso de que ACS y EDF conspiren para hacerse con el gigante eléctrico.
Pero igualmente se han manifestado Mariano Rajoy, el secretario general del Partido Popular, líder de la oposición y candidato a próximo presidente del Gobierno, al estar «radicalmente en contra de que una empresa modelo como es Iberdrola y que tiene accionistas españoles» pase a manos extranjeras; el gobierno extremeño, que cree «fundamental» que Iberdrola siga en manos españolas (la eléctrica tiene una importante presencia en territorio extremeño), y señala que el planteamiento de Iberdrola está basado en el capitalismo productivo y no en el capitalismo especulativo; y la BBK, que rechaza que Iberdrola se trocee y sea controlada por una empresa pública extranjera.
¿Tiene alguien razón? Desde luego, hay quien tiene razones para desear hacerse con Iberdrola, y hay quien las tiene para no querer que Iberdrola se vaya de manos españolas. Lo cierto es que, por el momento, solamente las voces de los propios implicados -nos referimos a ACS y EDF- muestran interés en llevar a cabo tal operación. Florentino se quedó con las ganas la última vez, y no dejará pasar la oportunidad fácilmente. En cuanto al Gobierno español, calla, pero existe un refrán que dice que, quien calla, otorga.
Todos los demás dicen que no.