La OPA es la continuación de la política por otros medios

Clausewitz, estratega militar, decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Frase acuñada que en su momento no incluía un componente cínico en su comulación. El prusiano pensaba que la guerra era un acto político que incluía dentro de sus características componentes semejantes a las controversias. Hemos de tener en cuenta todos los atavismos que encerraba tanto la política como la guerra en los siglos XVIII y XIX para entender el fenómeno bélico de esta manera. En el fenómeno bélico cuenta tanto el odio, la violencia, como el azar y las probabilidades. Su definición de la guerra es: «Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad». Como en las OPAS, como sucedió con el caso de Endesa y como parece que se aventura la operación iniciada para cambiar la actual propiedad de Iberdrola.

Para Clausewitz la guerra incorporaba tanto enemistad, violencia, talento, estrategia, azar y probabilidad. Por ello debía involucrar también al pueblo, al gobierno y a los ejércitos. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno.»

Si hacemos el símil con la operación ACS-EDF para hacerse con el control de Iberdrola, parece que nada de esta concepción es ajeno, sólo cambiamos el escenario bélico por el escenario de los mercados financieros. El tablero político no es que esté al margen, es que está muy involucrado. Por eso se producen esos efectos pardójicos. Gobierno español que dice que no tiene propuestas concretas (¿Sarkozy le diría a Zapatero en la Cumbre, “alguien de los nuestros tiene interés en alguna de las empresas de tu país?”) Rajoy, por su parte, se muestra en contra de que Iberdrola vaya a parar a manos francesas. Por otra pare, Solbes se muestra contrario a que se desgüace (una operación que hoy explica de forma muy completa El Confidencial).

El gobierno español se ha encargado de lo primero que hay que hacer en una estrategia militar, que consiste en los efectos logíticos y de aprovisionamiento: diezmar a las empresas eléctricas con respecto a sus homólogas europeas. En primer lugar, porque en el sector eléctrico ha ocurrido algo que no ha pasado en otros sectores económicos de nuestro país: una desconfianza ejercida hacia las empresas, que ha contribuido a que sea un objetivo disminuir su cuota de mercado, cebándose con ellas. De esta manera, no pueden utilizar la interconexión para importar energía, se les ha aplicado un modelo de subastas de energía primaria que no se conoce cual es su objetivo de mercado y además se han detraído los derechos de emisión, cosa que no ha ocurrido en Europa.

Todo ello con unas tarifas intervenidas, que no reconocen los costes reales y con el precio de la energía por debajo de los precios en Europa, pero con la sospecha permanente ejercida desde el poder sobre las eléctricas, por el mero hecho de que el kilowatio se ha convertido en un caballo de batalla político. El objetivo o el resultado es que las dos grandes eléctricas dejen de serlo. De hecho, las dos grandes eléctricas, han perdido más de 30 puntos de participación en el mercado eléctrico desde 1997, momento en que se liberaliza el mercado, (del 76% al 48% sumadas). Fruto de una simplificación conceptual, la Administración española y en especial esta, no ha diferenciado entre el poder de mercado de las empresas y la utilización de poder de mercado (es decir si fijan precios mediante acuerdos entre ellas), máxime cuando los precios en el mercado español se forman en un proceso de mercado con fuerte competencia y de forma muy transparente. Una forma de repartir estopa a diestro y siniestro.

En paralelo, las empresas extranjeras que se están mostrando interesadas por adquirir las compañías españolas, siguen perteneciendo mayoritariamente a sus respectivos Estados, tienen un poder de mercado mucho mayor, y además, la situación tarifaria de estos países y los ingresos son muy diferentes, con un proteccionismo estatal reconocido sin pudor, incluso por como ejercen la diplomacia exterior económica ni rubor. Por su parte, la Comisión Europea mira para otro sitio, capaz de cuestionar las condiciones de la CNE a la operación Enel-Acciona (que, en lo fundamental, eran trasladar un esquema ‘a la belga’ con el poder de control del gobierno italiano y que se eliminarían por simple extinción de estas prerrogativas estatales). Por tanto, no se trata de ejercer patriotismo económico o de una lucha contra el liberalismo de los mercados. Se trata justamente de lo contrario, es decir de no hacer antipatriotismo económico, de fomentar el antiliberalismo, los monopolios o el intervencionismo por esta vía, de que exista competencia en igualdad de condiciones y de preguntarse si realmente las empresas españolas (castigadas por una regulación incierta, sin objetivos de mercado y con resultados de la misma más que cuestionables) y la energía española es comprada por las empresas extranjeras o por los propios Estados. En ese caso, el gobierno español, no ha entendido donde está la guerra y dónde está perdiéndola.

Sigamos con las incursiones prebélicas en la que nos encontramos hoy. Sánchez Galán, fija un precio de 20 euros por acción para Iberdrola, al modo en que el guión se viene repitiendo con respecto a una operación que tuvo bastante de requiebros, como fue la de Enel Acciona y que también acabó doblando el precio de la acción. Aviso a navegantes. Ha comenzado la guerra de guerrillas de los intermediarios financieros y los operadores. Hay una diferencia, el papel tan inicial y tan incipiente que ya han tomado las Comunidades Autónomas, incluida las socialistas que se muestran en contra de esta operación. Eso, sin que el Gobierno Vasco o el PNV (que incluso podría jugar un papel mucho mayor en la próxima legislatura) se hayan manifestado hasta el momento.

La OPA, esta operación en ciernes, es por tanto la continuación de la política por otros medios. La guerra ha comenzado.