El contubernio

La aprobación del Real Decreto Ley que articula la devolución de los derechos de emisión de CO2, ha dejado muchos cadáveres en el camino. El más importante el de la credibilidad del sistema económico y político, esta vez con la complicidad de los grupos parlamentarios en un ejercicio de aval político a una medida que se puede atisbar de duda legalidad jurídica. Se apunta a una especie de concepción de la política que supone que es más fuerte que la legalidad y la racionalidad económica, con muy poco respeto a la primera premisa de cualquier acto, que cosas son legales y cuáles no.

Deja nuevamente una gran sombra de duda con el Partido Popular, la carencia trágica de una oposición con convicciones, ¡ay!, en la medida que ha resultado plenamente efectiva la estrategia de amedrentamiento por parte del Partido Socialista y sus medios colaterales. El temor a sentirse asociado con las empresas y con la subida de tarifas y el hecho de hallarse sumido en el cálculo electoral continuado ha hecho el resto, llevándolo a las cuerdas. Es preciso señalar que desde las instancias públicas de Industria y políticas del PSOE se ha trasladado el siguiente mensaje: si no se detraen los derechos de emisión y ustedes no están de acuerdo con esta medida (porque no sabemos que hacer con la tarifa ante las elecciones y estamos embalsando costes por falta de capacidad política), es que se está al lado de las malvadas empresas, que no se dejan expropiar así como así y dado que, como estamos en uso del BOE, tenemos todo el poder para hacerlo a toda costa. Ante esa retórica, el Partido Popular se pliega. Todo ello en un país en en que todavía no ha entendido el papel de las empresas en un sistema económico empresarial, son objeto de suspicacia y mala conciencia. No deben ser eficientes, ni rentables, no deben tener reglas del juego claras y bien definidas. Mejor era apañar el reparto de rentas en el despacho del Secretario General de Energía de turno y ¡todos contentos!. El problema es que entran en juego los mercados financieros, las empresas, los accionistas, la legalidad necesaria, el entorno de la Unión Europea. Qué tiempos aquellos. Qué añoranzas para los intervencionistas.

Una consecuencia clara es que los actuales responsables del Partido Popular (los económicos y el resto) no tienen muy claro el modelo económico y de mercado que aprobaron en su momento para el sector eléctrico y probablemente el que quieren para toda la economía española. Algo muy parecido y paralelo, a lo que ocurrió en la ley 17/2007, en la que el Partido Popular votó a favor de una ley que supone dinamitar la liberalización que el mismo aprobó y crear un monopolio pseudopúblico que es Red Eléctrica. La amnesia política y la falta de referentes y modelos, tan acuciante hoy, vulgariza la acción política hasta límites insospechados, con consecuencias graves para la economía y la sociedad.

Si el Partido Popular por ser timorato, por sus temores electorales o por que no tiene arrestos para resistir con convicción el debate político, no es capaz de defender el ordenamiento del sistema jurídico y el funcionamiento del sistema económico ante un asalto de estas características, es que no hay alternativa, es que no hay diferencias, es que no tenemos nada y que tenemos la gestión del país en manos de los equipos electorales de Génova y Ferraz y tenemos que dejarnos de esperar nada bueno. Además, la aprobación por casi todos los grupos parlamentarios de que posteriormente se tramitará por proyecto de ley, a sabiendas de que no hay calendario en lo que queda de legislatura es una tomadura de pelo para los propios electores de cada partido. Qué bochorno.

También puede tratarse de una solidaridad mal entendida entre los partidos políticos: nosotros (por el PP) aprobamos una reforma laboral por este procedimiento (declarado inconstitucional), hay que comprender que todo gobierno tiene su momento de hacer de su capa un sayo y no vamos a estropearles la fiesta a tres meses de las elecciones. Un día por ti, otro día por mí. Así, el PSOE ha logrado hacerle cómplice de una medida señalada como ilegal, en una obviedad jurisprudencial, es decir, si el Tribunal Constitucional acaba con ello. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Los efectos cerebrales y mentales del crecimiento de los últimos años y la abundancia de pasta en las arcas públicas ofrece como consecuencia esta relajación en la gestión económica y en el rigor de la política. No estamos en momentos económicos de hacer tonterías y de esta tontería, seguramente una tontería ilegal, son responsables todos, por consentimiento, por asentimiento, por dejación, por dejarse llevar o por indolencia. Desde el Ministerio de Economía al Partido Popular. Y es lamentable que, con advertencia clara, tenga que resolverse en instancias judiciales, con demoras y consecuencias con retardo insospechadas.

Si a nadie, ni al Presidente del Gobierno, al Ministro de Industria, al Secretario General de Energía y a la oposición no les importa judicializar un sector, aumentar su inseguridad jurídica y que se multipliquen las voces entre las principales firmas internaciones de rating señalan y avisan de esta situación en nuestro país y en los mercados financieros, es que no se ha entendido nada. Que todos necesitan más formación que dos horas en una tarde.

En este momento, los argumentos políticos se han hecho con todo, devorando los principios más elementales de legalidad. Sólo ha funcionado el contubernio y la complicidad de los calendarios electorales y su capacidad de hacer piña, para hacer lo que sea.

La gestión del país ha caído en manos del juego ventajista político momentáneo y de las encuestas. El mantenimiento en el poder o su consecución es un fin, no gestionar la realidad y mejorar nuestra sociedad, nuestra economía. ¿Quién será el responsable ante el nuevo ciclo económico de solucionar esto, de imprimir seriedad, rigor y confianza? ¿Quién tiene credibilidad? ¿Quién va a acabar con esa calamidad política que consiste en entender que políticos, empresas y mercados, son bandos diferentes y no que todos están en el mismo? Cuando se actúa de manera tan unilateral, a sangre y fuego, nada puede terminar bien. Para nadie. Lo de ayer fue votocracia.

Feliz Navidad.