Tiempo de temores

Cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad
(Ralph W. Emerson)

El déficit ex ante no es bastante. La subida de los precios del petróleo y la climatología pueden echar a perder la previsión de déficit inicial para el ejercicio 2007. Los temores que invaden a los artífices de esta idea pueden tener su culminación con la evolución del coste de financiación del mismo. Si se eleva por encima del umbral del EURIBOR, la solución podría llegar a ser “recular” y dejar una bolsa sin financiar por el momento, para esperar a tiempos mejores. Por si fuera poco, también podría afectar a los derechos de emisión, cuyo crecimiento en nuestra economía parece que se había amortiguado moderadamente en el último año, y que podrían retomar senda de crecimiento de ser necesario volver a utilizar centrales con mayores niveles de emisión de carbono.

La inflación se dispara y las tarifas eléctricas se mantienen. La evolución de la inflación y que el propio Presidente del Gobierno informe sobre el crecimiento de los precios, dificultan en términos políticos que las tarifas se ajusten a los costes reales una vez más. En conjunto: la pescadilla que se muerde la cola. Déficit tarifario, más intereses y aplazamientos a la tarifa, que cada vez más recoge mayores deudas de consumidores pasados, para trasladarlos al futuro. Todos tenemos una visa en los enchufes de nuestras casas. Incluso con esta evolución de la inflación, la tarifa podría llegar a tener crecimientos reales negativos. Inaudito este ejercicio de ‘responsabilidad política’. Por si fuera poco, las elecciones se acercan y la capacidad política de un gobierno débil, con la energía anquilosada y el deseo de complacer a la concurrencia, hacen todo lo que quedaba por hacer. Pero, hay que tener confianza, llegarán los nuevos contadores para reducir la factura de los usuarios. Por cierto, ¿tiene usted el suyo ya?

Los informes internacionales sobre biocarburantes siembran temor. Nunca mejor dicho lo de ‘siembran’. Al parecer los informes publicados por organismos internacionales como la OCDE, entre otros, arrojan dudas sobre la capacidad de los biocarburantes de reducir las emisiones y el cambio climático. Incluso de su eficiencia energética y de las políticas públicas para promover su uso, como la que prepara en la actualidad el Ministerio de Industria. También sobre el impacto que puede tener en los precios agrarios y la inflación. De hecho, el anuncio de la Unión Europea de retirar las ayudas a estos cultivos también ha hecho mella. El modelo en dos velocidades previsto para el bioetanol y el biodiésel, fuertemente criticado puede verse afectado por estos los estudios de estos expertos.

Temores para temerarios. Ante todos estos temores y muchos más, sigue la conducción temeraria por el intrincado laberinto de la regulación: pendiente del cierre del 2006 ¡un año más tarde!, sistemas para la detracción de derechos de emisión imaginativos y de dudosa legalidad, operaciones bilateralizadas pendientes de liquidación, cambios regulatorios para determinadas energías con el consiguiente efecto sobre la seguridad jurídica, regulación por decreto, orden ministerial y corrección de errores, modificación de la garantía de potencia por pagos por capacidad, riesgo de judicialización sectorial por todas estas decisiones más las corporativas, deterioro del funcionamiento necesario, moderno (e incluso occidental) de la relación del regulador principal con los órganos reguladores independientes, aumento de los costes financieros para los consumidores por una tarifa más cara y que no manda señales de eficiencia energética (más allá de las buenas intenciones, ¿cuándo suba el precio de la energía qué va a ser de nosotros? ¿qué hay preparado?), transportista único en campaña con un enfrentamiento abierto en el sector, problemas ocultos en las redes, necesidad de inversión, política exterior energética inexistente, etc, etc…

¿Cuál es la respuesta política? Como dice Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la solución es la velocidad.