Una OPEP del gas: ¿política o económica?

La reunión en Doha, capital de Qatar, ha puesto en alerta a todos los observadores internacionales y más aún a sus mandatarios. Los ministros de Energía de los principales exportadores de gas del mundo no crearon, en su reunión de ayer, una organización similar a la OPEP -una OPEG– a pesar de la insistencia de Irán y Venezuela. Sin embargo dejaron «entreabierta» la posibilidad de su creación en un futuro. El Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG) concluyó su encuentro con la novedad de la creación de una «comisión» que estudie cómo desarrollar las actividades del organismo.
En Europa la reunión provocaba temor. De momento y por lo visto, injustificado, aunque no infundado. Durante los últimos meses, la Unión Europea (UE) había mantenido contactos permanentes con Rusia con el objetivo de convertir a ésta en el “suministrador fiable y de confianza” de la UE. Por ello los mensajes lanzados, sobre todo desde Rusia en las semanas previas por su líder Wladímir Putin, no habían sentado nada bien, como es lógico, al ejecutivo comunitario. Desde Europa y sus instituciones se ha intentado reconducir una situación que, a largo plazo, puede tornarse incómoda. El comisario de Energía de la UE, Andris Piebalgs, ha intentado frenar el avance de las negociaciones “amenazando” con impulsar la energía nuclear y el “carbón limpio” si Argelia y Rusia, principales suministradores de la Unión, formaban el cártel. El problema es que estas amenazas han sonado, en general, poco creíbles, sobre todo en relación al impulso de la energía nuclear, puesto que dos de los países de la Unión Europea que más gas consumen, España e Italia, reniegan de impulsar cualquier tipo de programa nuclear. De hecho, en Italia actualmente no existe ninguna central nuclear en funcionamiento.
Más político que económico
Una de las cuestiones que más preocupa desde Europa es el hecho de que, desde el Kremlin -al igual que desde algunos otros países que podrían verse involucrados en un posible cártel-, las decisiones se toman en muchas ocasiones, como consecuencia de decisiones políticas que poco tienen que ver con criterios de carácter económico. Desde Rusia se busca desde tiempo atrás un poder creciente en la esfera internacional y recuperar el papel de potencia mundial de antaño.
Las empresas rusas tratan de hacerse con un sitio preferente en los mercados a los que abastecen. El problema es que esta «idea rusa» se ha enfrentado en varias ocasiones al «fuerte intervencionismo» que la gran mayoría de los gobiernos europeos han practicado sobre sus respectivos mercados.
Por todo ello se advierte que Rusia, en su afán de adquirir una creciente influencia en los foros internacionales, podría tener, en este cártel, intereses que rebasarían lo puramente económico. Algunos analistas opinan que la creación de dicho cártel, al margen de que finalmente sea o no creado, pueden generar una amenaza creíble que ayudaría a forzar a los países de la UE a abrir sus mercados a las empresas de los países productores, principalmente rusas o argelinas.
Respecto a España, e incluso Italia, Argelia tiene intereses, en parte, parecidos a los rusos. Recientemente la empresa pública argelina Sonatrach ha conseguido licencia para comercializar gas en España y convertirse así en un operador más en el mercado español. La cantidad autorizada para comercializar por el gobierno español, 1 bcm anual, es considerada como «poco relevante», sobre todo si se la relaciona con el consumo español, mas de 30 bcm anuales y más aún con la producción argelina que ronda los 90 bcm anuales.
Aunque finalmente los países que más han luchado por la creación del cártel en esta reunión hayan sido Irán y Venezuela, la credibilidad de Rusia, que en un principio se mostró favorable a una mayor cooperación, quedará debilitada. Pensar en Rusia como un «suministrador fiable» y de «confianza» se hace hoy un poco mas dificil.
La problemática española
Para España, uno de los mayores consumidores de la Unión Europea, después de Alemania, Francia e Italia, las consecuencias de un cártel pueden ser perjudiciales debido a la dependencia relativa de nuestro país respecto a esta fuente energética. Geográficamente, la dependencia más fuerte de nuestro país es con Argelia, que aporta cerca de la mitad del gas que se consume en España. Los mayores suministradores de España son, por este orden, Argelia, Nigeria y Qatar, país este último, donde precisamente se llevo a cabo la reunión de ayer.
Reapertura del debate de diversificación de abastecimiento
Para Europa en general y para España en particular, las actuales circunstancias reabren el debate sobre la necesidad de abordar, «de forma seria», la diversificación y disminución de la dependencia energética como «objetivos prioritarios de la política energética» de unos países que no logran zafarse de la terrible dependencia de los combustibles fósiles.
De momento la posibilidad de establecimiento del cártel está neutralizada. Poner de acuerdo a países con distintos intereses -políticos y económicos- y con una diferente fuerza en las negociaciones es tarea complicada. Desde un punto de vista económico, la creación de un cártel solo será útil para sus miembros si existe una «creíble cohesión» entre sus miembros capaz de influir en los precios. Para los países implicados, el gas natural tiene un peso diferente como fuente de riqueza en sus economías, y cada uno de ellos tiene una producción actual y reservas bien distintas. Unas condiciones homogéneas entre países hacen más fácil el llegar a un acuerdo y sobre todo, posteriormente mantenerlo.
Las primeras informaciones sobre la reunión, hablan de Irán y Venezuela como los países más activos en la búsqueda de un acuerdo, a pesar de que se repetía insistentemente durante las últimas semanas que uno de los mayores impulsores del posible acuerdo junto a Irán era Rusia. Los analistas destacaban con anterioridad a la reunión que ambos países, Irán y Rusia, veían la posibilidad de un cártel mas como un «instrumento» de política exterior que como una de las bases en las que asentar su «estrategia energética» a largo plazo.
Este posible instrumento de política exterior tiene en la crisis diplomática que Irán mantiene sobre la producción de combustible nuclear uno de sus principales argumentos. Irán afirmó ayer que ha iniciado la producción del combustible nuclear a escala industrial, lo que supone el último desafío del gobierno iraní al Consejo de Seguridad de la ONU, que ya le impuso dos rondas de sanciones a la república islámica por rehusarse a detener ese trabajo.
La implicación de Irán y Venezuela como actores destacados en la reunión de ayer ratifica la preocupación que la comunidad internacional, y en especial Europa, mantiene en relación a un cártel que lejos de lo económico se acerca mas al modelo de un cártel «puramente político» que pretende mantener un pulso que demuestre así el poder real de los países productores. Quizá por ello, en las últimas semanas se haya hablado tanto de temor a una OPEP del gas, no tanto a veces por lo económico, sino por sus consecuencias mas directamente políticas.