El bioetanol de Brasil se abre paso
Los biocombustibles brasileños, a pesar de las críticas recibidas recientemente que culpan al sector de propiciar el trabajo esclavo y de atentar contra el abastecimiento mundial de alimentos, ganan cada vez más espacio dentro del mercado del país suramericano.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés), en asociación con la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad de la pública Universidad de Sao Paulo (USP), acaba de presentar un informe sobre la expansión del sector.
El estudio hace un balance crítico sobre el tema, en el que destaca las «innegables virtudes» económicas y energéticas de los combustibles alternativos, pero aborda las «amenazas sociales» y, en algunos casos, ambientales de su producción.
En el estudio participaron el reconocido físico brasileño y ex ministro de Educación José Goldemberg; el sociólogo John Wilkinson, especialista en repercusiones sociales del mercado, y Luis Fernando Laranja, coordinador de Agricultura y Medio Ambiente de WWF Brasil.
Brasil lidera el mercado mundial de producción, exportación y consumo de etanol de caña de azúcar, alcohol carburante que es mezclado de manera obligatoria a la gasolina fósil en un 25 por ciento.
El país suramericano, además de los avances en materia tecnológica y legislativa del etanol, lidera también la producción y consumo de biodiesel a base de oleaginosas, como soja y girasol, entre otras, que es ahora mezclado en hasta un 2,0 por ciento de manera obligatoria al diesel convencional.
Las principales críticas contra los biocombustibles apuntan a «una falsa solución para los cambios climáticos» y «crimen contra la humanidad», con el argumento que en el proceso de colecta de caña de azúcar la maleza que rodea los tallos es quemada y, según los ambientalistas, los cultivos avanzan en dirección a la Amazonía.
Aunque en menor escala que el sector maderero y minero, la producción de biocombustibles ha sido objeto de denuncia de uso de mano de obra en condiciones infrahumanas. Algunos gobiernos culpan también a los países productores de biocombustibles como responsable del encarecimiento de los alimentos, argumento refutado por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva cuando es abordado sobre el tema.
Lula afirma que el alza en los precios internacionales del petróleo y el subsidio de los países desarrollados a la producción agrícola son los causantes de la escasez y encarecimiento de los alimentos, cuya demanda aumentó por el crecimiento del poder adquisitivo de la población pobre de países como Brasil.
El ex ministro brasileño de Agricultura y codirector de la Comisión Interamericana de Etanol, Roberto Rodrigues, comentó a la Agencia Efe que uno de sus propósitos es difundir y promover ese combustible en diferentes escenarios internacionales, para «esclarecer las dudas» que surgen reiteradamente sobre su uso.
Rodrigues señaló que el mes pasado estuvo en la ciudad estadounidense de Nueva York para dar detalles a representantes de las Naciones Unidas sobre el etanol brasileño.
La Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP) niega que la producción del etanol atente contra la de otros alimentos, pues según su presidente Paulo Skaf, los cultivos de caña ocupan apenas el 1,0 por ciento de las áreas disponibles para la agricultura en el país.
El informe de mayo de la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores (Anfavea) indicó que las ventas de automóviles «flex», que permiten la combustión en un mismo tanque de abastecimiento de gasolina, etanol o la combinación de ambos, creció el 20 por ciento comparada a la del mismo mes de 2007.
El 87 por ciento de los nuevos automóviles livianos en Brasil, según datos de mayo, sale de fábrica con la tecnología «flex».


