Convocatoria en el G-8: economía, medioambiente y energía

Este fin de semana ha comenzado la convocatoria del denominado G-8 de la Energía, configurado como una prolongación de este grupo de países para abordar el impacto de la energía en la crisis económica internacional y prever la “post crisis”. Junto a esta convocatoria, se une la Cumbre de Copenhague en torno al cambio climático, en la que también se abordará el desarrollo de las energías renovables y la eficiencia energética.
Por tanto, en el ámbito internacional tenemos que señalar que la preocupación sobre las cuestiones energéticas y medioambientales cobran entidad propia y, además, encuentran en su configuración las perspectivas económica y medioambiental conjugadas en todos estos encuentros. Por ello, otra de las conclusiones es que es importante contar con mayor oferta para atender la demanda energética que es posible que se produzca tras la recuperación económica y cuyas inversiones se han visto penalizadas por la situación financiera actual. Todo sensato.
Si hacemos, por tanto, recuento de las posiciones de organismos internacionales respecto a los mix de generación futuro, todos coinciden en la necesidad de mix diversificados, el desarrollo de las energías renovables y su combinación con otras tecnologías como la nuclear. Todos estos organismos internacionales también señalan y apuntan la tendencia al encarecimiento a medio plazo de los combustibles fósiles, cuestión clave para saber si los ‘pájaros’ que tienen en la cabeza, aquéllos que cuentan con visiones simplificadas del futuro energético, tienen visos de fantasía o utopía, según el caso.
Hacia esta combinación de tecnologías de generación se ha alineado la Unión Europea, Estados Unidos está desarrollando su plan, con el desarrollo de nuevas plantas nucleares, además de potenciar las energías renovables (abandonando eso sí las tecnologías fósiles, gas, carbón y petróleo). También países tan renuentes como Japón hacia la tecnología nuclear han dado pasos en esta cumbre.
Todo ello es el resultado de que los gestores y responsables de la energía contemplen escenarios, atiendan a la evolución de la demanda y precios relativos, trabajen para la existencia de mercados transparentes y actúen con racionalidad. Cuando eso se olvida o se decide sobre la base de la ideología, el debate deja de serlo para convertirse en otro tipo de proceso dialéctico. El que se especifica en la frase “el que no está conmigo, está contra mí”, y eso no es una forma eficiente de toma decisiones en el ámbito público, medioambiental o económico.
En nuestro país estamos asistiendo a este debate de una manera poco equilibrada y poco edificante. De hecho, no se ha producido realmente un debate sobre la opción nuclear y, probablemente, sobre nada. El debate nuclear parece que se ha precipitado con motivo de hechos puntuales: la inminente decisión sobre Garoña, el casual Informe de la Fundación Ideas o la campaña electoral, lo que siempre enrarece el ambiente. El ejemplo de las energías renovables con empujones y frenazos: empujones políticos a nivel de discurso político y programático; frenazos en la materialización regulatoria ya que su impacto en la tarifa evidencia que no todo está tan claro.
El peor favor que podemos hacer a una tecnología o a una industria es introducir elementos que provoquen una distorsión, una incertidumbre o una burbuja. Cuanto más se explicite el debate, las posiciones de partida y las resultantes sean más previsibles, y éste se materialice no en modelos intervencionistas, sino en señales de precios a los mercados (ya sea en los mercados de generación o de comercialización), menos riesgo tendremos de transmitir mensajes erróneos a las empresas, inversores y consumidores.
Nuestro país apenas cuenta con fuentes de energía propias, por tanto es fuertemente dependiente del exterior, pero ha hecho bien varias cosas en el ámbito energético: hasta el momento, el desarrollo renovable y el sistema gasista. En todo caso, si no fuera por ciertas marchas atrás en la liberalización del sector energético (monopolio en redes, tarifas reguladas, falta de incentivos a la comercialización), también nuestro país podría ser ejemplo en el ámbito energético y debería haber sido invitado a este G-8, de menos glamour, pero seguramente de mucho interés para un país como el nuestro.
Por otra parte, puede ser que esto se produzca porque, todavía de vez en cuando, surgen debates anacrónicos que vuelven al intervencionismo y a modelos ideológicos que, en lugar de abordar desde esta perspectiva la evolución del mix futuro de generación y las señales de eficiencia que deben transmitir a través del mercado y de los precios, se dedican a buscar medidas de “optimización” ajenas al mercado cuestionando el mismo, imponen la búsqueda de mecanismos que planifiquen la acción de los agentes (empresas, consumidores, inversores), cuando no, directamente, a la ideología.
Es momento de racionalidad y de un debate sereno, completo, sin ideologías ni trampas.