Sin kilowatios no hay paraíso

El Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero declaró ayer a la Cadena Ser que la tarifa subirá en el entorno del IPC, lo que considera razonable, más que las propuestas de la Comisión Nacional de Energía en la que se equilibra el déficit tarifario del ejercicio inicial con el devengado hasta el momento (el 11,3 %). Por tanto, siembra fuertes dudas de la como va a abordar el proceso de liberalización, que en la legislatura anterior se fue postergando poco a poco, en paralelo a la debilidad política de otros acontecimientos que no vienen al caso.
Esta claro que el Presidente del Gobierno, cuya voluntad puede ser la de que los españoles que están viviendo una desaceleración intensa, que nadie sabe donde nos llevara, no lo pasen peor por el alza de los precios (y las decisiones no tomadas en su momento, de forma mas inteligente), no ajusten sus comportamientos de consumo, no sean eficientes en sus decisiones de utilización de energía. Por ejemplo, esa también es la propuesta de los grandes consumidores que se uncen a este modelo de energía subvencionada por no se sabe quien, pero que sea “competitiva”, es decir, un sinónimo de barata aunque, no lo sea en realidad. En todo caso, todos los analistas internacionales coinciden en que las economías que no ajusten sus comportamientos y políticas a esta situación energética, o que lo demoren, tendrán consecuencias no positivas en el medio plazo.
En este caso, ha pasado lo que tenia que pasar, lo que ya aventuramos en Energía Diario. Que la opera no termina hasta que no canta la gorda. Y en este caso, el do de pecho lo ha pronunciado el Presidente del Gobierno, cuando en otras ocasiones había servido el bocinazo de la propia Vicepresidenta, Fernández de la Vega, para evitar las posibles subidas testimoniales.
En España hemos vivido probablemente desde el ano 1994, de las reformas hechas en los primeros anos de la democracia. De la liberalización general de sectores que había definido el denominado ‘milagro español’. De que los gestores de la cosa pública, lo pasaran mal, pusieran a este país en un marco homologable a nivel europeo, con convicciones de libertad y mercado. Y, por ello, tuvieran que tomar decisiones impopulares y necesarias (y de que los agentes económicos, como racionales que son ajustasen sus comportamientos). A cambio de eso, la opción es pensar por los ciudadanos, someterles a la adormidera de los precios regulados ‘friendly’, a la energía por nivel de renta.
Esta claro, que nuestros gestores actuales no van a tomar medidas impopulares en lo económico, salvo el carne por puntos. Estos últimos anos la palabra gestión ha perdido alcance y no parece que se vayan a emplear a fondo. Solo tendremos caras amables (mientras que esto sea posible) y, lo demás, es la adhesión de grupos intelectuales que den coartada ideológica a esta toma de decisiones. El problema es el medio plazo y la credibilidad de una economía, es un intangible que no se mide en la encuesta del CIS de este trimestre.
En cambio, cuando las cosas empiezan a ‘ponerse difíciles’ ocurre lo contrario. Se da cancha al intervencionismo, a la minoría creativa, a la intervención en los mercados, a la vuelta a la famosa e ineficiente retribución por costes (en la que el que crea el coste, lo engorda o hace coste innecesario, para que aumente la retribución). Y lo que es peor, agrede a conceptos como inversión o garantía de suministro. Esperemos que el plan de Miguel Sebastián para abordar el déficit tarifario, al menos no caiga en actuaciones, y se abra un debate con participación de todos los agentes, para abordar esta cuestión con visión de medio plazo, sin deteriorar el mercado, como mecanismo más eficiente de funcionamiento, asignación de recursos y generación de inversión futura. Con convicción de que es uno de los mejores modelos de toda Europa, por sus resultados en inversión y salto cualitativo que ha dado nuestro país desde el comienzo de funcionamiento del mercado.
Por eso, parece que el papel heredado por la energía eléctrica como objeto de decisión del gobierno para atajar la inflación, en lugar de reformar aquellos ámbitos de la economía que requieren reformas (ni siquiera otros usos energéticos, cuentan con esa visión tardofranquista de estar sometidos a una intervención intensa en materia de precios). Queremos, por tanto, una crisis energética de gratis total, sin enterarnos, como en tiempos del Caudillo.
Finalmente, la debilidad de la expresión del plan anticrisis de Zapatero, la velocidad con que se agota el superávit presupuestario, el optimismo antropológico del presidente y, la realidad de como se aborda una cuestión como la de la energía, no dejan de sembrar dudas, en lo más importante ahora para los españoles: la situación económica.
Por eso, lo que esta claro es que sin kilowatios baratos no hay paraíso.